lunes, junio 09, 2008

Lo que hay que hacer

Luego de haber encontrado a Inés, no quiero terminar la historia sin dejarles el resumen de consejos que me llegaron al grupo en Facebook, que aplican para recuperar cualquier mascota.

1.Que la mascota tenga en su collar una placa con su nombre y un número de teléfono de contacto.
2.Se puede identificar al animal con un microchip. Aquellos perros con pedigree lo tienen por requerimiento del Club Canino Colombiano desde el día en que se registran. Pero ese chip es sólo para identificarlo, no sirve para ubicarlo.
3.Los carteles si funcionan, mucho más si se ofrece recompensa. Hay quienes ven el pago como una extorsión, pero es bueno reconocer los gastos y molestias en las que incurrió la persona que se hizo cargo de la mascota mientras estuvo perdida. Yo puse los carteles cerca a mi casa, en las veterinarias y agrocentros de Cajicá. Es bueno ponerlos donde la gente usualmente espera o se baja del bus. Incluso en sitios poco probables. El señor que recogió a Inés vio el cartel cerca a su casa en una de esas paradas de bus. Donde él vive es muy lejos de mi casa y además Inés nunca había estado por ahí.
4.Es bueno hacer una visita a pie y hablar con la gente del sector. No sólo pudieron haber visto al animal y dar información importante, sino que es probable que alguno de ellos lo tenga en su casa.
5.Hay asociaciones que se encargan de reubicar perros perdidos. La Sociedad Protectora de Animales de Colombia-SPAC tiene un enlace especial para animales perdidos y encontrados.
6.En el blog Los animales tienen la palabra hay recomendaciones sobre qué hacer encaso de que se pierda la mascota.
7.Llamar a las emisoras. En el grupo de Facebook dos personas encontraron a su perro de esa forma. Una de ellas llamó a la emisora de La Calera.
8.No hay que perder la esperanza de que va a aparecer. Pegando carteles una cajera del Colsubsidio cerca a mi casa me dijo que había encontrado su perro luego de 15 días. También lo encontró porque pegó carteles.
9. Hay que tener fotos recientes de la mascota. Yo estuve de buenas porque hace dos semanas mi hermana, que no está en Colombia, insistió en que le mandara fotos de las perras. Antes sólo tenía fotos de Inés cuando era cachorra.

Inés apareció en "El Prado"

Hernán Lovera no entró a Google ni vio el grupo en Facebook. El leyó el aviso que dejé en el muro de la parada de buses de “El Prado”, saliendo de Cajicá hacia Tabio. Me llamó el sábado a las seis de la tarde y me dijo que tenía a mi perrita. Casi no lo dejo hablar de la emoción que me dio saber que el probablemente tenía a Inés. El me dijo que había visto el aviso y que había reconocido que Inés era la del cartel por el collar que llevaba puesto. Nos encontramos en la estación de taxis donde Hernán trabaja. El dijo que se había encontrado a Inés el lunes cuando ella se le estaba atravesando a los carros por la calle principal de Cajicá. Él la recogió y la llevó a su casa. Cuando llegamos estaba de noche y no pudimos ver la cara de Inés, pero ella saltó de la felicidad. Estaba en el patio de una vecina de Hernán porque había roto la malla de la casa, trantando de salirse. Por eso tenía la cara arañada.

Mi bebé ya está en la casa. Le pagamos a Hernán todos los gastos que tuvo que hacer para tener Inés y le dimos un regalo. El nos pidió que le avisáramos cuando Inés tuviera cachorros porque le encantan los perros.

Inesita la neciecita

Inés no es precisamente un alma de Dios. Ella es NECIA. De cariño le decimos Inesita la neciecita. Como cualquier labrador le gusta el agua, le encanta mojarse y casi siempre tiene las patas embarradas. Además quiere agarrar en la boca cualquier cosa que se mueva, desde tijeretas, polillas, mariposas, hasta pájaros, gatos y ratones. Pero también le gustan las cosas innertes como el control del televisor, los celulares y los zapatos. Inés siempre busca salirse porque como Tiznada tiene curiosidad olfativa hacia los postes de luz. También es una mala influencia para Trudy, su hermana, con la que juegan y hacen males todo el día. Por eso mi mamá no estaba tan triste con la pérdida de Inés. La casa estaba en paz y limpia. Pero era una paz como la vida sin problemas: plana e insípida.

Los labradores de "La Quinta"

Mi casa se llama "La Quinta" y llevamos casi quince años teniendo labradores desde que llegó Tiznada. Para los que no somos papas, un perro es lo más cercano a un hijo. Inés nació en esta casa hace un año y es hija de Toñeta que también nació aquí hace ocho años. De los cachorros que han nacido aquí, se quedaron Berretta y Jack, de la primera camada de Tiznada. Jack se murío joven y envenado. Toñeta es de la segunda cría de Tizni y su nombre completo es María Antonieta, pero también le decimos Sapito. Con la muerte trágica de Beretta, que se ahogó en el embalse de Guatavita, llegó Berenice, la única labrador café que ha vivido en esta casa. Con ellos aprendimos a valorar la compañía, a expresar nuestras emociones sin importar la cursilería y supimos sobre el desapego cuando se murieron. Cuando dejan de vivir, se entierran, les ponemos un arbolito encima y hemos hecho el duelo fácil porque sabemos qué pasó con ellos. Pero cuando se pierden, uno se mata la cabeza pensando en lo que se hizo y lo que no y uno se recrimina por todas las negligencias. Y luego uno se atormenta de pensar en todas las cosas malas que pueden hacer con un animal.

El viernes sólo tenía: la lista de cosas que me faltaban hacer para buscar a Inés; el conejo de la buena suerte que me prestó Olga; las buenas energías, oraciones y apoyo de todos los del grupo "Busco a Inés"; la esperanza que me dio una cajera del Colsubsidio de Cajicá que me dijo que había encontrado a su perrito luego de quince días de perdido y el cuento de Dayra Bello que encontró su perro amarrado en una casa de una vereda de Cajicá luego de un año de perdido.

El cartel de recompensa y el grupo en Facebook

El martes hice el cartel ofreciendo recompensa e inicié el grupo en Facebook: "Busco a Inés". Desde ese día hasta el jueves pegué el aviso en postes de la luz, en donde ponen los avisos de misa de muertos, en las veterinarias y en algunos agrocentros de Cajicá. En "Busco a Inés" recibí mensajes de apoyo y consejos útiles para encontrarla. El grupo alcanzó a tener 80 miembros. Muchos, pero no tantos como los que buscaron a Ramón, un labrador amarillo que se perdió el 3 de junio en el barrio Galán en Bogotá. Me uní a ese grupo y aproveché para publicar en el muro que yo también buscaba a una labrador negra. Me desanimé un poco cuando el dueño de Ramón anunció que luego de haber puesto carteles, el perro había aparecido sólo y recién bañado el jueves por la noche. En Cajicá no hay emisora y no dejaron que mi mamá pusiera un mensaje en el servicio de parabólica de Cajicá. Todas mis esperanzas estuvieron puestas en el cartel.

Los Sospechosos

Me acordé que el lunes unos señores estaban arreglando un carrotanque en el parqueadero y uno de ellos, por encima de la cerca me había preguntado que si mis perros eran labradores. En ese momento me pareció dudoso que él dijera, “labradores, son una raza muy noble”. Recién me di cuenta que Inés no estaba, como mi garaje da al parqueadero y los señores seguían en su labores en el carrtanque, les pregunté que si habían visto a mi perrita y me dijeron que no en tono displicente. Ese señor fue nuestro primer sospechoso, pero no teníamos pruebas porque el encargado del parqueadero no supo dar razón de nada.

Como Inés no volvió, nos imaginamos lo peor: que la hubiera atropellado un carro, que se hubiera caído en un hueco, que alguien se la hubiera llevado del parqueadero. Un señor en la peluquería de mi cuadra me dijo que probablemente los del circo se la habían robado. Es común en los pueblos echarle la culpa de la pérdida de las cosas a los gitanos y a los circos itinerantes. Se dice los circos toman los perros de la calle para alimentar a los tigres, leones o animales carnívoros. Entonces, el circo que lleva tres semanas acampando en un lote a una cuadra de mi casa fue el segundo sospechoso. Pero tampoco teníamos pruebas. Además ese circo no parecía tener animales.

Cómo nos dimos cuenta

Luego de almorzar en Centro Chía, llegué a mi casa. Abrí el garage y ninguna de las perras salió a saludar. Busqué en el solar y sólo estaban Toñeta y Trudy, la mámá y la hermana de Inés. Salí a preguntar por ella pero nadie la vio. Ni en el parqueadero, ni en la bicicletería, ni en la tienda naturista donde siempre hace una parada pidiendo comida. La busqué desde la 1:30 de la tarde hasta las 6 y no la encontré. Luego, en carro estuve en casi todas las veredas de Cajicá, con el vidrio abajo y llamándola, esperando a que apareciera con la oreja volteada, como a veces le pasa cuando corre. Mi hermano ya había vuelto y la había buscado un rato pero no la encontró. Yo ya había avisado en la estación de policía. Recogí a mi mamá de misa y la buscamos, pero resignadas volvimos a la casa cuando se hizo noche. Esperamos a que amaneciera, y que Inés como digna nieta de Tiznada volviera al otro día.

La pérdida de Inés

Para escribir sobre la pérdida de Inés y de cómo volvió, tengo que hacer un voto de humildad y asumir nuestra estupidez en público. Debo aceptar que Inés logró salirse por negligencia de todos en mi familia.

Todo empieza con que mi casa ha estado en obra por mucho tiempo. La división entre mi casa y el lote de al lado ha sido transitoria. Primero por no saber bien por dónde iba el lindero. Luego mi mamá compró ese predio pero no hemos decidido cuál es el mejor proyecto para aprovechar esa tierra sin dañar mi casa. Para los que no la conocen, ésta es antigua, tipo colonial, con patio interior. Lo mejor es que tenemos un patio, lo que antes se llamaba solar, que nos permite tener tres perros labradores. Hace un tiempo en ese lote funciona un parqueadero. Que ahora es muy útil, teniendo en cuenta el andén de más de seis metros, que en ambos sentidos de la calle nos regaló la Gobernación de Cundinamarca; muy al estilo de Peñaloza con una cicloruta que pocos ciclistas cajiqueños usan; cuya obra, tierra, arena y barro padecemos desde hace más de un mes, y que seguramente romperán en poco tiempo, a pesar de la inversión, cuándo en Cajicá se decida hacer la red que separe las aguas lluvias de las aguas negras.

Hace dos semanas decidimos hacer la pared definitiva con el parqueadero, pero había que nivelar la tierra. Un mini cargador, versión petit de un buldócer, hizo el trabajo, pero dejó la cerca inestable y por un hueco se salió Inés. Fue mientras almorzamos, el lunes 2 de junio. Pero a decir verdad Inés ya se había salido antes y el dueño del parqueadero amablemente nos la volvía a traer. Pero ese día como era festivo, salió con su familia y dejó encargado a otro señor.

En nuestra cuadra todos conocen a mis perras porque Toñeta, la mamá de Inés, sale frecuentemente a oler las buenas nuevas que cada perro deja en los postes de la luz. Mi mamá la deja salir a “darse una vuelta” casi todos los días porque a pesar del patio, ella se aburre y se le nota la felicidad en la cara cuando vuelve de su paseo. Cuando llega a la puerta, cualquier vecino que la ve, golpea en mi casa para que le abran. Catorce años de experiencia con labradores nos habían mal acostumbrado a que las perras siempre vuelven. Incluso manteníamos la confianza cuando Tiznada, la abuela de Inés, se perdía en sus andadas de amor. Ella por la acción de las hormonas pasaba de ser perra recatada y con pedigree a chanda vagabunda y de la calle. Cada seis meses pasaba quince días lejos de casa acompañada de una jauría de perros atraídos por las feromonas. Digamos que Tiznada sólo venia a comer y a planear su nuevo escape.

¿Se dejaría poner un chip de ubicación?

No quiero comparar la pérdida de Inés con la de un hijo o la de un familiar cercano. Ni imaginar lo que se siente frente al secuestro o la desaparición de un ser querido. Me acordé de Joel, el bebé de 22 meses que secuestraron a finales de mayo en Bogotá. Recordé también la conferencia sobre arte y tecnología que dio Pablo Arrieta en Monitor donde nos contó sobre el chip para ubicar personas inventado por Kevin Warwick.Con gusto le pondría un chip de ubicación a Inés o a mis futuros hijos, pero debo confesar que no sé si me lo dejaría instalar. Aunque por ahora no tengo nada que esconder, todavía me da rabia que me incluyan en bases de datos para saber mis gustos y me da angustia pensar en todo lo que Google debe saber sobre mí sin que yo me de cuenta. Además no sé si esos chip tengan efectos secundarios sobre la salud de las personas. Habrá que ver.
 
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